A tí.

A tí, por ser el sostén de esta gran familia.

A tí, por haber vivido la guerra y no habernos metido el odio en el cuerpo.

A tí, por estar siempre cerca, por ser ese brazo amigo y por tu sonrisa eterna.

A tí, por hacernos los protagonistas de tu vida y de tus historias.

A tí, por haberme enseñado lo más bonito que hay en la vida, el amor a la naturaleza, en especial  a los lobos y a los caballos.

A tí, que pese a tus 93 años, sigues al pie del cañón, pisando fuerte, y enseñándonos todavía a hacerlo.

A tí, por traer al mundo, a nueve personas maravillosas. Entre ellas a mi querida madre y a la tía Sonso, que la tengo aquí a mi lado, mirándome desde la fotografía, con esa sonrisa que heredó de ti.

Gracias por seguir siendo la abuela que nos acompañaba a las cuadras y nos regañaba cuando poníamos mal las monturas o las cabezadas.